La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

viernes, 5 de agosto de 2016

PROFECÍA, FUNERALIA Y SEPULCRO DEL VIRREY "HORMIGA"


Continuando con la serie dedicada a los sitios de sepultura de los virreyes rioplatenses (un capítulo funerario del anticuariado colonial de Buenos Aires), hoy quiero repasar las singulares alternativas que rodearon al sitio de enterramiento de don Pedro Melo de Portugal y Villena, fallecido en la otra orilla del Río de la Plata.

Según Enrique Udaondo, el Virrey Melo visitaba con frecuencia el convento de las monjas capuchinas (anexo a la iglesia de San Juan), y en una ocasión, a través del torno, una monja llamada Sor María Clara, que tenía fama de profetisa, le dijo: "-Señor, mándese Vuestra Merced sepultar aquí, porque sus monjas se han de acordar de encomendarlo a Dios-" 

Al parecer, el Virrey quedó algo sorprendido y, por cortesía, las religiosas mandaron callar a la pitonisa, pero sin lograr su silencio…¿Habrá sido esta Sor María Clara acometida, realmente, por una inspiración profética? o ¿Se trataba del "montaje" de una escena profética para obtener, como voluntad póstuma del Virrey, la custodia de sus restos? No olvidemos que, para los conventos, la posesión de sepulcros de figuras encumbradas implicaba la percepción de rentas o limosnas  derivadas de los oficios mortuorios. Nada puede afirmarse con probanzas, y hemos de atenernos al relato tradicional que consignó Udaondo.

Poco después, visitando la Banda Oriental, en la Villa del Pando, don Pedro se sintió enfermo de muerte y recordó los dichos de la monja locuaz. Entonces, mandó ser enterrado en la iglesia de San Juan. Murió en la Villa de Pando el 15 de abril de 1797 y sus restos fueron traídos a Buenos Aires y sepultados, una semana después, con gran pompa fúnebre, cerca del altar mayor, junto a la reja del coro de las religiosas. Se colocó una lápida (lamentablemente, hoy perdida al cambiar el pavimento) cuyo epitafio decía:

"Aquí yace, por afecto a las vírgenes esposas de Nuestro Señor Jesucristo, el Excmo. Sr.D.Pedro de Melo de Portugal y Villena, de regia prosapia y virtudes adornado, caballero de la Orden de Santiago, gentilhombre de cámara en ejercicio, primer Caballero de la Reina, Quinto Virrey, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Rio de la Plata. Falleció en Montevideo el 15 de abril de 1797 y trasladado a esta capilla, fue sepultado en universal dolor del pueblo, el 22 del mismo mes y año a los 63 de edad. Requiscat in pace."

Se le dio sepultura con uniforme y con las armas de su rango (espadín). Hasta aquí, un funeral normal para tan encumbrado magistrado colonial. Lo llamativo (y que dio apodo a nuestro Virrey) ocurrió mucho después…

De paso digamos que en muy poco tiempo, la capital virreinal había presenciado otro entierro del mayor rango y de más solemne pompa: el 2 de octubre del año anterior de 1796, el obispo Manuel de Azamor y Ramírez  moría a la madrugada, dejando en herencia la mejor biblioteca de su época. En su caso, se le hizo autopsia.

Pero volvamos a nuestro virrey: en 1870, una plaga de hormigas negras invadió el templo y hubo que ubicar su principal hormiguero para proceder a su exterminio. Siguiendo el rastro de las hormigas, se  levantó el solado por orden del capellán Pedro Sardoy y, así, excavando, llegaron hasta la tumba del Virrey: dentro del cráneo, fue hallada una nutrida colonia de hormigas. No conozco los detalles de cómo fueron desalojadas de allí las hormigas, aunque puedo imaginarme que la calavera fue sacudida como un sonajero, hasta expulsar a la colonia intrusa… creepy spectacle

El espadín fue retirado y, como estaba hecho de plata con empuñadura de oro, se mandó fundir la empuñadura para fabricar una patena, que se usaba en la comunión de las monjas. Obviamente, no existía entonces la menor conciencia del valor histórico del espadín, canjeado en términos de metal precioso por el accesorio litúrgico.

De este episodio "hormiguicida"  se deriva el mote de Virrey "Hormiga" que el viejo Buenos Aires le asignó al ilustre difunto, cuyos restos siguen en alguna huesa, sin lápida ni blasón, en aquel mismo sitio de la calle Alsina, en el barrio de Catedral al Sur.

  

*Según mi fichero de "antigüedades coloniales porteñas", puedes leer este episodio y otros más en Julio B. Jaime Repide, Paseos evocativos por el viejo Buenos Aires. Peuser, BsAs., 1936. Págs.285-288. Para la muerte y funerales del obispo Azamor, Rómulo Zabala y Enrique de Gandía: Historia de la ciudad de Buenos Aires, Tomo IIº, Bs.As., 1937, p.505


No hay comentarios.:

Publicar un comentario